Linares, la nueva calle peatonal, guarda la historia de una bruja sentenciada

Linares, la nueva calle peatonal, guarda la historia de una bruja sentenciada

Luis Escóbar  / La Paz

En el año  1750,  varios  vecinos de la ciudad de La Paz acusaron a Josefa Apaza, una mujer indígena, de brujería. La encontraron con conejos negros y otros animales en su casa ubicada en el cerro que se levantaba a espaldas a la iglesia de San Francisco. El juicio duró un año y concluyó en una condena.

Muchos años después, a mediados del siglo pasado, el sitio donde se encontraba  la casa de Josefa se convirtió en una calle y allí se acomodaron paulatinamente las “chifleras” que vendían plantas medicinales.

Este espacio es hoy la calle Linares. En la actualidad,  la Alcaldía  de La Paz trabaja para que esta  vía turística  y otras aledañas se conviertan en paseos peatonales.

“Por el 1750 había una bruja en la ciudad llamada Josefa Apaza. Esta señora fue acusada en junio y el proceso duró un año porque ella sólo  hablaba  en aymara. A través de los traductores se logró establecer que ella enterró -en su domicilio- conejos negros, velas y  restos de animales,  incluso un cráneo humano. Después del proceso se le comprobó que era una bruja”, contó  a Página Siete el historiador paceño Carlos Gerl.

Cuando se registró el caso, muchos  pobladores  de La Paz pidieron que la mujer  sea quemada,  pero para esos años la Inquisición ya estaba en caída   y por eso  fue condenada a 50 azotes en la plaza central. “Si volvía a presentarse otra acusación contra  Apaza, la iban a quemar en una hoguera. Tras la sentencia, no se supo más nada de la señora”, dijo el historiador. “Se dice que  vivía detrás de San Francisco, en las calles aledañas al cerro del templo. Por eso muchos asumieron que era la calle de la bruja (hoy  Linares)”, añadió.

Para 1800, los asentamientos comerciales en La Paz se realizaban por sectores. En la  calle Honda, frente a San Francisco, antiguamente se instalaban las chifleras, quienes tienen conocimientos sobre la magia negra o blanca, además venden plantas medicinales. Esa vía se la conocía como Tuksa calle,   que en  aymara significa “la que tiene mal olor”.

“La llamaban así por el incienso, el sebo del animal y otros artículos que vendían. En cambio, en la calle Linares se vendían hierbas curativas, manzanillas, retamas y otras.  Para 1940 las chifleras migraron a la Linares y en el imaginario colectivo se creó el nombre de la Calle de las Brujas”, agregó Gerl.

Muchas de las comerciantes que hoy en día comparten sus productos afirman que el nombre de la calle de “Las Brujas” deriva de los artículos que  venden las chifleras. Es el caso de  Marta, una comerciante que ofrece una variedad de amuletos y figurillas en esa vía. “Tomó ese nombre porque en este lugar vendemos cosas esotéricas, para la tierra y para la Pachamama. Tenemos velas, amuletos y  talismanes”, dijo.

“Esta vía se caracteriza porque tiene la imagen de una bruja de un metro y medio, con sombrero en punta, escoba y nariz puntiaguda. “Muchos quisieron comprarla, pero no se vende porque  me trajo suerte”, contó Marta.

El comercio tiene una segunda puerta y a su ingreso se encuentra una imagen de la  Virgen de Copacabana.

Lo que más se vende son las mesas para la Pachamama, en especial en agosto, cuando la creencia afirma que la Madre Tierra abre su boca para comer. También se ofertan  mesas dulces, incienso, talismanes, amuletos, aceites, hierbas, velas, sahumerios,  jarabes, medicinas, cápsulas y  polvos.

Ofrecen además  ekekos para la abundancia. “Algunos son celosos, hay parejas que se compran uno y les hace pelear. Si lo tienen, hay que atenderlo con cigarros, coca y azúcar”, narró.

La calle Linares no sólo alberga a las chifleras. Entre sus tiendas abundan las  ofertas de prendas de aguayo, productos en cuero, artesanías y recuerdos.

Nancy, otra  vendedora,  dijo que la vía debería ser peatonal. “La calle es muy angosta, los taxis o minibuses que pasan   asustan a los turistas que llegan. Se asustan, se van  y algunos conductores no respetan a las personas”, lamentó.

Desde ayer, por disposición de la Alcaldía de La Paz, se transformaron en vías peatonales las calles Linares y Melchor Jiménez, entre la Sagárnaga, Santa Cruz y el pasaje Juan XXIII bajo el lema “Espacio en Movimiento – Paseo de las Brujas”.

“El objetivo es incentivar la activación económica vinculada a la producción de artesanías y a la promoción turística de un espacio urbano con vocación patrimonial material e inmaterial”, informó el jefe de la unidad de desarrollo y ordenamiento urbano y rural, Diego Castro.

El objetivo es incentivar la activación económica vinculada a la producción de artesanías y a la promoción turística de un espacio urbano con vocación patrimonial material e inmaterial”, informó el jefe de la unidad de desarrollo y ordenamiento urbano y rural, Diego Castro.

La actividad se realizó desde el mediodía hasta las 20:00  del jueves y el  viernes. En ese lapso se presentaron 72 actividades económicas: locales de artesanía, chifleras, espacios de hospedaje, locales de venta de instrumentos musicales, naturistas, promotores gastronómicos y turísticos.

“La nueva gestión municipal postuló intervenciones urbanas con el fin de dinamizar el espacio público, reactivar la economía, promover la participación social, la apropiación de los espacios públicos por parte de la ciudadanía”, recalcó.

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1Comentario
  • Nelly Quisbert Parra
    Posted at 10:33h, 24 febrero Responder

    Muy interesante artículo que nos enseña sobre la historia de las calles de nuestra querida La Paz. Felicidades .

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