En 1810, después que fue ejecutado Pedro Domingo Murillo
se mandó a cortar su cabeza para exponerla en una pica en
el camino a Potosí y su cuerpo fue recogido por los religiosos,
siendo sepultado en la iglesia San Juan de Dios. Su hija Tomasa,
acompañada del franciscano Juan de Dios Delgado, fue a
descolgarla y esconderla en San Francisco. En 1939, su cuerpo
fue encontrado, juntamente con el de Figueroa, de la iglesia San
Juan de Dios; asimismo, en 1945, fue hallado su cráneo en San
Francisco. En 2008, sus restos craneales fueron puestos en la
urna donde se encontraba su cuerpo. En el lugar donde estuvo
la cabeza del prócer se erigió el faro que lleva su nombre.