En 1751, los padres jesuitas que se hicieron cargo de los talleres
de Los Obrajes, solicitaron autorización para incrementar el número de telares. De los primeros tres telares que heredaron,
éstos se ampliaron a 80. La producción de “cordellates, pañetes, bayetas y frazadas” se incrementó notoriamente, al extremo que carecían de mano de obra. De esta manera, solicitaron un
permiso especial para contar con el apoyo de presidiarios en los talleres. El trabajo en Los Obrajes fue inhumano, un documento de la época indica que en una visita al lugar encontraron a un
nativo de Viacha llamado Agustín Huchani sujeto a un grillete junto a un telar.